Los paraísos fiscales, refugios de buena parte de las ganancias logradas con los activos financieros tóxicos que desencadenaron la crisis en 2008, han sobrevivido, sin apenas rasguños, a la promesa de un mayor control, a la exigencia de una mayor transparencia. Es uno de los indicadores más claros del limitado alcance de la reforma financiera anunciada por los líderes mundiales. Y uno de los motores de la indignación popular que estos díasha tomado la Puerta del Sol y plazas de varias ciudades. Controlar la fuga de dinero a los paraísos fiscales y prohibir que los bancos depositen fondos en estas jurisdicciones opacas figuran entre las propuestas lanzadas por el Movimiento 15-M. "Las medidas adoptadas por el G-20, basadas en acuerdos bilaterales de cooperación, son claramente insuficientes", ha resumido José Luis Escario, autor de un estudio elaborado por la Fundación Alternativas.
de ALEJANDRO BOLAÑOS | Madrid
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