El curso de los acontecimientos me devuelve imágenes de mi infancia, muchachas sin medias ni abrigo que andaban deprisa, protegiéndose apenas de las peores mañanas del invierno con una chaqueta de punto cruzada sobre el pecho, hombres oscuros, de pelo muy corto, que llevaban las solapas de las americanas levantadas y una maleta de cartón en la mano mientras andaban por la calle sin rumbo fijo.
Eso pasaba en un país pobre, que se llamaba España, y no hace tanto.
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