El mercado se sostiene a partir de beneficios que pueden ser mayores o menores, pero que no dependen prioritariamente de los salarios.
De hecho, en su salario va incluido el esfuerzo para crear el producto, pero también (por deducción) parte de los beneficios de la empresa, parte de los costes del capital, parte de los errores o aciertos de la dirección, etcétera.
Y, en fin, un sinnúmero de cosas que nada tienen que ver con lo que se entiende por productividad.
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