Lo guardaban debajo del colchón porque no se fían de los bancos, con razón.Cualquiera podría tildar de desaprensivo al que en la noche del domingo 27 de febrero pasado fue capaz de robar los ahorrillos de dieciséis monjas (muchas con graves problemas de dependencia debido a su avanzada edad) que viven humildemente en un convento de Zaragoza. Cuando se ha sabido, sin embargo, que tales ahorrillos se elevaban a la cifra de 1,5 millones de euros empieza a ser más complicado hacer facilones juicios de valor.
La cantidad dicen que ha sido un milagro, como el de los panes y los peces, y que al día siguiente pensaban repartirlo entre los pobres.
Palabrita del niño Jesús.
Lo que quizá ignoraba el ladrón es que su robo resultaría un doble quebradero de cabeza para las monjas. El primero, el hurto en sí, si bien el voto de pobreza les debe tener acostumbradas a las estrecheces. El segundo, el posible delito fiscal destapado. De hecho, cuando las monjas percibieron que su denuncia podía ser una declaración de culpabilidad, recularon y, al día siguiente, dijeron que lo sustraído sumaba solo 400.000 euros y no todos en billetes de 500. Un abogado que contrataron ese mismo día intentó desenredar el enredo.
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