Con la crisis financiera y el cierre del crédito, las ventas de coches se desplomaron.
La producción se hundió, tampoco era fácil exportar turismos.
La amenaza para los 70.000 empleados de las 18 factorías de automóviles que hay en España era muy real.
De hecho, en abril de 2009, justo en lo peor del tsunami económico, una mayoría aplastante de los trabajadores de Seat, Renault, Ford, Citroën, PSA, General Motors... estaban afectados por regulaciones de empleo, en concreto, 46.000.
Pocos podían dormir tranquilos, sin miedo a perder su empleo, siquiera temporalmente.
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