En agosto de 2008, Alejandro Lagomarsino, de sólo 20 años, tuvo un accidente laboral que lo mantuvo en coma durante 29 días. Desde entonces, su padre pelea para que la ART cumpla y se haga responsable de su rehabilitación.
Un accidente de trabajo es un problema social, no una cuestión privada. Las Aseguradoras de Riesgos del Trabajo (ART) no pueden estar en manos privadas porque lo convierten en un negocio”, explica con dolor Daniel Lagomarsino. Su experiencia personal justifica con creces su visión. En 2008, su hijo de 20 años trabajaba en una consultora relevando, por la cual debía trasladarse asiduamente a diferentes establecimientos comerciales. El 7 de agosto sufrió un accidente que lo dejó en coma durante casi un mes.
“En ese momento comenzó todo el problema. A mi hijo lo operan de urgencia en un lugar a dos cuadras del accidente, pero luego hubo que trasladarlo a una clínica a través de una unidad móvil de alta complejidad. Antes de ese traslado, la ART nos obligó a que le enviáramos una carta documento renunciando a los derechos que teníamos para atendernos, algo que pudimos revertir tiempo después por medio de un abogado”, explicó.
Luego de numerosas intervenciones quirúrgicas, su hijo Alejandro comenzó una rehabilitación física y psíquica a través de tratamientos ambulatorios. “La ART implementa una serie de obstáculos para que te canses y abandones el tratamiento. Te pasan a buscar a las 8 de la mañana para una sesión que empieza a las 12, porque en el medio levantan a otros pacientes, y luego te devuelven a tu casa a las 4 de la tarde”, afirmó Lagomarsino.
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